Hay una hora en París en la que las puertas que se creían cerradas se abren en silencio. Una hora en la que los museos dejan atrás su solemnidad diurna para invitar a los visitantes a deambular más libremente, casi en un espíritu de complicidad.
La Nuit des Musées 2025, en el calor del mes de mayo, promete este interludio único: uno en el que se dan cita la curiosidad, la poesía y la sorpresa. Y lejos de las multitudes del Louvre o de Orsay, es en lugares más discretos donde late el vibrante corazón de esta noche especial.

En el recodo de las callejuelas del Marais, el Museo de la Caza y la Naturaleza despierta a sus criaturas dormidas. Entre trofeos inmóviles y obras contemporáneas, los visitantes avanzan como en un sueño antiguo, llevados por el olor amortiguado del cuero y la madera pulida.
Unas calles más arriba, enclavado a los pies de Montmartre, el Musée de la Vie Romantique susurra sus historias de amantes enamorados y acuarelas descoloridas. A la luz parpadeante de las lámparas, casi se puede vislumbrar a alguien escapando de una novela de George Sand.
En un discreto jardín del distrito 6, el museo Zadkine extiende sus brazos de piedra hacia la noche. El taller del artista, convertido en un remanso de esculturas y luz tenue, ofrece un refugio íntimo a quienes estén cansados del bullicio. Aún más insólita es la visita al Museo de la Prefectura de Policía, donde archivos de crímenes y recuerdos de revoluciones cuentan una historia diferente, nerviosa y secreta de París.

A la sombra de una avenida más tranquila, el museo de la Contrefaçon revela sus elegantes duplicidades: bolsos, relojes, obras de arte copiadas, todo aquí cuestiona lo real y lo falso con una ironía ligera, casi tierna.
Un poco más allá, en los bancos de la historia científica, el museo Curie susurra el recuerdo de Marie, de Pierre, de días de obstinada investigación en el silencio blanco del laboratorio.
Para los que buscan la maravilla en bruto, abran de un empujón la puerta del Musée des Arts Forains, con sus carruseles antiguos y sus autómatas poéticos, o atrévanse a descender a la sombra líquida del Musée des Égouts de Paris, donde la ciudad respira de otra manera en sus arterias subterráneas.
Por último, para los fascinados por los símbolos, el Museo de la Francmasonería ofrece un divertimento esotérico, mientras que la Monnaie de Paris, con sus talleres grabados con siglos de historia, nos recuerda que el oro también puede ser un recuerdo.
En esta noche suspendida, cada paso se convierte en un susurro, cada lugar en un secreto confiado bajo el discreto resplandor de las farolas.
En París, el 17 de mayo de 2025, la curiosidad no se grita: se toca, se desliza, ilumina suavemente, como una luz nocturna sobre la infancia del mundo.









