LAS CALLAS CONTADAS POR EL DIRECTOR PABLO LARRAÍN
Un año después de su fantástica película sobre el dictador Augusto Pinochet (El conde), el biógrafo más famoso del cine se fija en una leyenda de la música clásica, Maria Callas. Una evocación de la vida de la cantante sublimada por la reservada interpretación de Angelina Jolie.
Después de Jackie (sobre Jackie Kennedy) en 2016 y Spencer (sobre Lady Diana) en 2021, en María el director chileno Pablo Larraín se fija en otra figura sagrada de la segunda mitad del siglo XX: la legendaria cantante María Callas (1923-1977). Un broche de oro para esta trilogía biográfica. Sobre todo porque, en este relato personal de Callas, hay varios encuentros cercanos con Jackie, ya que uno de los hombres más importantes en la vida de Maria Callas fue el armador griego Aristóteles Onassis, segundo marido de la viuda del presidente Kennedy. De hecho, como guiño, incluso vemos a Kennedy, interpretado por el mismo actor (Caspar Phillipson) en ambas películas. Es el universo cinematográfico de Larraín.

María comienza con la muerte de la diva un día de septiembre en su piso de París. La undécima película de Larraín narra sus últimos días en la capital, rodeada de su mayordomo (Pierfrancesco Favino) y su criada (Alba Rohrwacher), que la quieren y la cuidan como a una familia adoptiva. Descubrimos los sufrimientos del tumultuoso final de vida de la cantante, su adicción a las drogas, sus alucinaciones, su desesperado intento de recuperar la voz y su soledad. Con sus flashbacks desorganizados y sus (falsas) imágenes de archivo, el estilo de Maria recuerda al de la muy exitosa Barbara (2017), de Mathieu Amalric, otro biopic sobre una voz eminente.


Al igual que el director francés, Pablo Larraín nos ofrece, más que un vano intento de biopic exhaustivo, una evocación de la vida y la persona de su heroína. Angelina Jolie no se presenta como Maria Callas, y aunque hay un cierto parecido, al principio de la película uno puede sorprenderse al reconocer los rasgos de la actriz estadounidense. Pero el cine es un pacto de ilusión. No hacen falta postizos ni otros efectos digitales: aceptamos rápidamente que estamos ante una diva tranquila, cansada, triste y melancólica. Es un papel digno, sutil, a la altura de su intérprete.

Del mismo modo, París no siempre es París. A veces María parece caminar por las calles de otra ciudad que se le parece un poco, pero no realmente. Y con razón: algunas escenas se rodaron en Hungría. Como el interior del magnífico teatro situado a dos pasos de su piso, en el distrito XVI, con su órgano y su arquitectura neoclásica, donde la cantante viene a ensayar todos los días. Se trata de un teatro anónimo, pero no hace falta buscarlo por las calles de la orilla izquierda: es la Ópera (por fuera) y la Academia de Música (por dentro) de Budapest. Pero la película de Pablo Larraín nunca pretende ser otra cosa que ficción.

Incluso las tomas reales de París, que muestran la Torre Eiffel y el puente Alexandre-III, parecen más bien esas postales un poco anticuadas de los años 70 que se encuentran en las librerías a orillas del Sena. Un París vintage para un icono vintage. Ya ha habido muchos documentales sobre Callas, incluido el muy bueno y reciente Maria by Callas (2017), de Tom Volf. Pero esta última película es diferente. Es una especie de homenaje a Maria Callas, como un poema. Como un aria.
MARIA DE PABLO LARRAÍN
EN LOS CINES EL 5 DE FEBRERO DE 2025








