Hay encuentros que cambian vidas, conexiones que trascienden el tiempo y el espacio para dejar una huella indeleble. Tal es el caso de la relación entre la cantante francesa Chloé Mons y el fotógrafo estadounidense Tom Sewell. Su historia comenzó en Mysore (India), en un contexto tan místico como intenso.

Él era treinta y tres años mayor que ella, una distancia vertiginosa, pero también una fuente de embriaguez, inspiración y descubrimiento. Tres años después, tras una correspondencia diaria de sobres perfumados y palabras garabateadas sobre papel, la realidad se impuso a lo imaginario.
Su historia se cuenta a través de imágenes, captadas en película cuidadosamente seleccionada en la Fnac. Blanco y negro, sepia, color... cada rollo era una promesa de transgresión, un juego de reflejos entre el deseo y la libertad. Bonnie y Clyde sin armas, sólo una cámara para inmortalizar un amor ardiente, exaltado, sin concesiones.

El objetivo de Tom viajó por todo el mundo, trazando un rastro visual y sensual a través de Mysore, Roma, París, Venecia y Hawai. En las calles, iglesias, jardines, hoteles y palacios, cada lugar se convertía en un escenario, cada momento en una declaración. La desnudez, lejos de ser una provocación, era un manifiesto, una autoafirmación, una celebración del cuerpo y de la conexión.
Esta serie de moda es una reminiscencia de aquella extraordinaria relación, una oda al amor, al arte y a la libertad. Cada imagen lleva ecos de una época en la que todo era posible, en la que la pasión marcaba el ritmo, en la que la temeridad y el atrevimiento se conjugaban en el presente. Incluso hoy, la conexión sigue siendo inquebrantable. Un amor sublimado por el objetivo de la cámara que trasciende el tiempo y sigue inspirando. Antes de descubrir esta serie, he aquí las palabras de Chloé Mons, la "musa".

TOM
Tom, el fotógrafo estadounidense que conocimos hace mucho tiempo en Mysore, India. Nuestra loca pasión. Era treinta y tres años mayor que yo. La diferencia era embriagadora. Nuestro loco amor comenzó tres años después, tras un año de correspondencia diaria. Nada de correos electrónicos, no existen. Papel, papel de verdad. Sobres rosas, blancos y negros. Hicimos collages, inventamos sobres perfumados. Mi corazón explota cuando vuelvo a casa de la universidad. Al ver si hay una carta esperándome en la mesa del salón. A menudo. A veces dos a la vez. Entre nosotros, todas las primeras veces escritas: primeras palabras de amor, primeros chorros de esperma sobre papel blanco, primeras fantasías.
Luego lo real.

Nuestras fotos. Yo desnuda por todo el mundo. Mysore, Roma, París, Venecia, Hawai. Bonnie y Clyde no tienen pistola, pero sí una buena cámara. Nuestro placer comienza en la Fnac, cuando elegimos nuestra película. Color, 100 ASA, 200 ASA, blanco y negro, sepia... Todos estos rollos de imágenes, promesas de juegos de espejos erótico-narcisistas totalmente adictivos. Un trance entre nosotros. Una forma de desafiar al mundo, de ser rebeldes, de plantarnos en medio del paisaje y decir: "Así son las cosas ahora. Esta es nuestra forma de amarnos y todos tenéis que mirar porque merece la pena".
Qué locura ir arrastrada por las autopistas: yo, en topless y con el pelo al viento; él, con la cámara en una mano y la otra en el volante. Posando desnuda en todas partes. En calles, museos, iglesias, jardines, castillos, descampados... Y palacios, nuestras habitaciones en desorden, ropa interior negra, blanca o rosa exclusivamente. Nuestra Ruta de la Seda, un reguero de polvo. Un día, en la Bienal de Arte Contemporáneo de Venecia, nos persiguió la policía. La gente se quejaba de ver nuestro escenario en medio de la exposición. Nos escondimos en las arboledas de los Giardini, riéndonos. Somos adictos a nuestra película.
Así hemos sido Tom y yo: una pasión de tres años y miles de fotos.
Hoy sigue viviendo en Hawai, en la isla de Maui, donde a veces voy a verle. Aún mantenemos una fuerte conexión y un amor profundo, casi filial. Este hombre me enseñó todo lo que sé sobre el amor y esta historia ha sido esencial y fundante para mi vida como mujer. Para él, yo era el clímax de su vida como hombre, un sueño hecho realidad, su imagen erótica ideal hecha carne.
Chloé Mons y Flora di Carlo










